sábado, 19 de diciembre de 2009

América Latina y el cambio climático

La región dio un primer paso tendiente a un compromiso para disminuir la emisión de los gases que alteran el clima.
Teniendo en cuenta que ante las negociaciones internacionales sobre cambio climático no existía una visión del pensamiento de America latina, se creó a principios de 2009, bajo el auspicio de la Fundación Avina, la Plataforma Climática Latinoamericana (PCL). Integrada por el sector privado y la sociedad civil, su objetivo fundamental es instalar la atención sobre el cambio climático y sus efectos como un criterio prioritario para la toma de decisiones ambientales, políticas, sociales y económicas, a múltiples niveles, tanto en el sector público como en el sector privado de la región. De modo complementario, la PCL aspira a darle seguimiento nacional y local a los acuerdos internacionales climáticos para poder transmitir las distintas voces latinoamericanas en los escenarios globales.
Así, la Plataforma surge como una iniciativa promisoria que sistematiza las voces de la región: las convergencias y las diferencias, las preocupaciones y las propuestas concretas frente a los retos del cambio climático.
En ese marco se llevó a cabo una serie de encuentros en cinco países de América latina, que dieron lugar a las diferentes visiones de mas de 400 representantes de todos los sectores. La finalidad es contribuir al proceso de construcción de posiciones nacionales para las negociaciones sobre cambio climático y discutir acerca de los desafíos y oportunidades que presenta este fenómeno global.
Estos foros fueron sistematizados en un documento regional, escrito en español e inglés, presentado en uno de los eventos del cónclave que se está llevando a cabo en Copenhague. Entre sus principales mensajes, señala en primer término que los países desarrollados deben hacer un mayor esfuerzo en la reducción de sus emisiones y en su obligación de transferir tecnologías y recursos en cantidad suficiente para asegurar la adaptación de los países en desarrollo.
Sin embargo, se aclara en segundo término que los países de la región latinoamericana deben adoptar medidas de mitigación y adaptación urgentemente sin aguardar la provisión de fondos por parte de los países desarrollados. Sin duda, hay mucho para ganar adoptando esta estrategia y mucho para perder en caso de una respuesta tardía.
Sin perjuicio de que el mercado de carbono tenga una función relevante en una estrategia global de reducción de emisiones, el texto sostiene que se requiere una profunda transformación de los llamados mecanismos de desarrollo limpio (MDL) para que puedan convertirse en un medio idóneo para cumplir con su doble cometido de ayudar a reducir las emisiones y contribuir al desarrollo sustentable. Se menciona también que la protección de los bosques es una prioridad para la región y que hay acuerdo para la implementación de un sistema de financiación de mecanismos de mitigación en la medida en que se enmarquen en el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas de los países en relación al cambio climático, y que estos fondos deben ser adicionales y diferentes a los requeridos con fines de adaptación.
Finalmente, se subraya que el cambio climático es una preocupación de todos los sectores y no sólo un tema ambiental, y que es imprescindible ampliar la participación de toda la sociedad y lograr la coordinación interinstitucional de los distintos actores gubernamentales en los temas de cambio climático.
Se trata de una visión regional, aun cuando ofrezca diferencias, que contribuye a facilitar la obtención de los acuerdos necesarios para solucionar un problema de dimensión planetaria.
Cualquier iniciativa que apunte a revertir este fenómeno provocado por el hombre resulta bienvenida. Y muy especialmente en estos momentos donde lo coyuntural nos excede y nos impide promover una necesaria reflexión sobre la vida del hombre en la tierra en el mediano y largo plazo.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Cumbre climática de Copenhague

Sin indicios de un acuerdo, continúan las negociaciones en la cumbre climática.
Crecen las diferencias entre los países industrializados y los emergentes y se aleja la meta de firmar un documento conjunto
COPENHAGUE (EFE).- La presidencia de la cumbre del clima de Copenhague "continúa las consultas con los ministros de Ambiente para saber cómo se va a actuar", dijeron hoy a Efe fuentes de la conferencia.
La cumbre de la ONU sobre el cambio climático concluye mañana en Copenhague y, pese a la llegada de los primeros jefes de Estado y de Gobierno, las posibilidades de aproximación entre los países desarrollados y en desarrollo para forjar un acuerdo son escasas.
Según portavoces de organizaciones ambientalistas, hay varios textos de la presidencia danesa que tratan de acercar posiciones sobre la reducción de las emisiones de gases invernadero.
Pero la prensa danesa informaba hoy de que la presidencia, asumida ayer por el primer ministro danés, Lars Lökke Rasmussen, había renunciado a un acuerdo para esta cita.
En Berlín, la canciller alemana, Angela Merkel, en una declaración de gobierno ante el Parlamento alemán, dijo que no sabía "exactamente en qué momento se está ahora, pero las noticias que nos llegan de Copenhague no son buenas".
Merkel, que llegará a Copenhague por la tarde, instó a todos los participantes a alcanzar un acuerdo vinculante para limitar el aumento de la temperatura a 2 grados y afirmo que le reunión será un fracaso "si no logramos un acuerdo vinculante para evitarlo".
Uno de los principales escollos era la cuestión de la financiación a los países pobres por los daños causados por el calentamiento global.
La Unión Africana (UA) ha respaldado la propuesta de la Unión Europea de destinar 100.000 millones de euros anuales de ahora a 2020 para luchar contra el calentamiento global, lo que se pensó que podría ayudar a desbloquear los debates.
Pero las suspicacias de China sobre una verificación en el territorio nacional de las emisiones y sus exigencias de que los responsables de la contaminación paguen por ella han chocado frontalmente con la postura de EEUU, que se niega a pagar un centavo a Pekín por sus emisiones.
Ante la llegada del presidente norteamericano, Barack Obama, para reunirse con los demás líderes, en Copenhague se barajaba también un acuerdo de mínimos para evitar el fracaso de la cumbre.
El consenso podría pasar, según algunas fuentes, en limitar el aumento de la temperatura del Planeta a dos grados hasta 2050 frente al valor de la era preindustrial.
Estos parámetros exigirían una elevada reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) por parte de los países ricos hasta 2020, entre el 25 y el 40%.
A su vez, la UE se ha comprometido a rebajarlas hasta el 20% hasta 2020 y, si otras naciones también se muestran dispuestos a ello, incluso a aumentar los recortes hasta el 30%.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El debate sobre el acceso al agua dulce

El uso adecuado del agua dulce. Editorial del diario La Nación.
No tiene sentido que se dicten leyes para prohibir la exportación de agua porque se trata de un bien abundante y renovable.
La Cámara de Senadores de la provincia de Santa Fe sancionó a una ley que prohíbe "la comercialización de agua dulce o potable a granel y sin tratamiento o proceso de ningún tipo, obtenida de fuentes agotables superficiales o subterráneas del dominio originario de la provincia que implique directa o indirectamente su exportación".
La ley tuvo un largo tratamiento en las dos cámaras de la Legislatura provincial. Se originó en la inquietud por la incipiente actividad de alguna empresa naviera en la extracción y exportación de agua desde el río Paraná. El texto sancionado se limita a fuentes superficiales o subterráneas agotables, lo que parecería excluir un río de las características del Paraná. Sin embargo, de los fundamentos surge que la iniciativa respondió originalmente a la intención de evitar toda exportación de agua dulce, con o sin tratamiento. Este propósito queda bien claro en otro proyecto de ley iniciado por la diputada nacional Verónica Benas que tiene trámite parlamentario desde marzo de 2009.
Ese proyecto, en su primer artículo dice: "Prohíbase en todo el territorio de la Nación la exportación de agua dulce a granel", sin mayor especificación. El discurso que lo fundamenta se refiere a la escasez de agua dulce en el planeta. A partir de esta realidad se desarrolla una posición defensiva de corte ecologista que presume el intento de grandes intereses por llevarse la supuestamente escasa agua dulce en su beneficio.
La realidad es que el agua dulce es un recurso mal distribuido en el planeta que habitamos. Es escasa en una gran parte de su superficie, pero extremadamente abundante en determinados lugares. Los grandes ríos como el Amazonas, el Mississippi o el Río de la Plata vuelcan al mar inmensos caudales de agua dulce (éste último vuelca un volumen diario de 2000 millones de metros cúbicos de agua dulce).
La Argentina consume aproximadamente 10 millones de metros cúbicos por día y extrae de los ríos de la cuenca del Río de la Plata alrededor de siete millones. Si alguien quisiera llevarse agua dulce desde la Argentina nunca se le ocurriría extraerla de acuíferos o de lagos interiores. Utilizaría grandes barcos cisterna dejando llenar sus bodegas en el Río de la Plata o el Paraná. Si existiera esta conveniencia económica la Argentina debiera controlarla y tratarla como cualquier otra exportación, obteniendo divisas y cobrando cánones en la medida que no anular aquella conveniencia. La existencia de esta posibilidad sería una excelente noticia. El dictado de estas leyes que prohíben la exportación de agua no tiene ningún sentido.
De lo que realmente debemos ocuparnos es de legislar y controlar estrictamente la contaminación de nuestros ríos. Sólo la enorme magnitud del caudal de los ríos receptores hace posible que esta contaminación no supere los límites para el consumo humano. Pero el peligro ha crecido. Si tuviéramos la fortuna de que nos compraran nuestra agua dulce, el problema en el futuro podría ser, paradójicamente, no cumplir con estándares sanitarios. Aquí es donde se deben volcar los esfuerzos y no en prohibiciones sin sentido y absurdas, como las que se exponen en las leyes que comentamos.